sábado, 23 de abril de 2011

DESAFÍOS

DESAFÍOS.[1]  DE NUESTRA COMISIÓN Y DE SU COORDINACIÓN

Volver a lo esencial de cada carisma:  Es urgente tener bien claro a nivel intelectual y práctico lo que significa volver a los esencial con fidelidad creativa. Hacer este proceso significa que el cambio y la evolución generan crisis y ponen en juego la creatividad, supone tener clara la propia identidad y el ideal que dejó el fundador, releer el carisma que exige a veces romper con los esquemas del pasado, se trata de asumir el “caos”, como fuente de vida, se trata de no ceder a la tentación de volver atrás frente a lo desconocido, y contar con alguien que tenga el don de liderazgo cuyas características son: actitud de fe, capacidad de diálogo y discernimiento, creatividad, realismo humano y espiritual y “parresía” ( confianza y valentía para enfrentar las dificultades y audacia para abrirse a los caminos imprevisibles del Espíritu).

La espiritualidad: Hablamos  no en el sentido neoplatónico que concibe al  hombre  como dualista y extrincesista: cuerpo y espíritu, en la que no hay integración en la unidad personal, ni tampoco hablamos  en la  en la que solo brilla lo espiritual y pierde su relación con los demás, no preocupándose de los problemas sociales, época en la que aparecen expresiones como: desprecio del   mundo, huida del mundo que hoy no son objetivas ni creíbles. Quiero acentuar la unidad entre espiritualidad y neumatología, hasta definirla como el “dominio del espíritu” . Desde aquí creo que  en la vida contemplativa se presentan  grandes desafíos. Así tenemos:
  • La experiencia de Dios: Vivirla en la dimensión histórica, es decir,  tener la experiencia de que Dios es el Señor de la historia y de la esperanza, quien está cercano y actúa abriendo perspectivas y horizontes de futuro aunque esta historia es ambigua y oscura donde está presente la injusticia, el pecado y el egoísmo.
  • En la dimensión antropológica que descubre a Cristo en la presencia de los pobres a través de los diversos rostros  sufrientes  con un compromiso de caridad concreta y eficaz
  • Vemos urgencia de “amar a Dios y servirle con todo el corazón”. De una búsqueda apasionada, sincera, incansable y valiente, de Dios, de su voluntad [2]  y la realización de la misma que dura toda la vida [3],  búsqueda que no termina en el vacío, sino en el encuentro y la plenitud. Abordar este tema es tocar el núcleo mismo de la vida humana, cristiana, consagrada, porque somos personas abiertas al misterio, porque nos sabemos buscadas y encontradas por El; [4] es él quien suscita el deseo y se hace el encontradizo, es presencia salvadora que responde a esas últimas raíces de la existencia.
  • Desde la dimensión orante del monasterio hemos de confesar a Cristo ante el hombre moderno y mostrarle que su Palabra no contiene un conjunto de preceptos que reprimen la personalidad sino que proporcionan la clave de actuación para el desarrollo integral de la persona que aunque sujeta a las leyes de lo físico y lo psíquico, ha recibido un espíritu de filiación. Desde este sentido, tener una experiencia de Dios es hacer de él único absoluto, fuente de creatividad; para esto, es urgente ejercitar las actitudes fundamentales del cristiano: fe, esperanza y amor, porque a través de ellas nos hacemos capaces de experimentar a Dios en medio de los vaivenes de las mutaciones rápidas y profundas del mundo.
Fe
  • Inestabilidad de las realidades, fugacidad de las personas, estructuras y cosas
  • Purificación de todo apego, despojo de mediaciones que dan seguridad, nos impiden la libertad para amar a Dios y al prójimo.
Esperanza
  • Existencia en camino que está sometida a la interpretación, al discernimiento y a la provisionalidad.
  • Relativizar todo: tradiciones, estructuras, obras, esquemas, organización, costumbres, normas,
Amor
  • Es el mayor carisma que genera la comunión  pero imperfecta, que se vive en las tensiones
  • El Espíritu genera a través del amor la libertad  que conduce la construcción de la comunión y la participación, además de la dimensión profética: (anuncio y denuncia) que requiere la parresía. 

El primado de Dios a través de la oración y la Liturgia.-  La vida monástica quiere realizar la Palabra del Señor “Es necesario orar siempre sin desfallecer” ( Lc. 18,1) y la palabra del Apóstol. “Orad en todo momento” ( 1 Tes 5, 17).  El mismo horario indica la primacía de la oración. La memoria Dei es continua, ese pensar y repensar en Dios invocándolo, contemplándolo, alabándolo en todo instante hasta poder decir ¡El y yo, Cristo y yo, vivimos juntos!.Por eso es necesario recuperar el sentido del silencio  que madura en la soledad interior; es el tiempo en que la palabra humana debe callar, o una gran moderación en la comunicación verbal. Esto vivido en su sentido profundo, educa lentamente a la interiorización, gracias a la cual el monje/a se abre a un conocimiento auténtico de Dios y del hombre.  Es una fuerza simbólica para evocar lo que realmente vale: La disponibilidad absoluta del corazón y la propia entrega al Padre. Nada se rechaza sino que se acepta en la realidad profunda y se presenta a Dios en la oración.
Fidelidad inquebrantable a la palabra de Dios, meditada y acogida a  través de la “lectio divina”  para lo cual  exige conservar silencio y una actitud de adoración humilde en presencia de Dios. El compromiso de la oración “memoria Dei”, no es sinónimo de alineación, es una forma singular de compromiso radical.  Silencio y diálogo no están reñidos, ambos se reclaman mutuamente para alcanzar la reconciliación. A través de la Lectio Divina el mundo del espíritu trasciende y fertiliza los ámbitos personales, comunitarios, de la cultura, la acción social y las relaciones humanas.

Necesidad de ascesis como consecuencia del compromiso cristiano:  Entendida esta como abnegación evangélica, elemento necesario en la espiritualidad cristiana, un modo de participar en la muerte y resurrección de Cristo, considerada más en conexión con la vida que con sus prácticas de antaño, forma parte del seguimiento de Cristo. Este enfoque lejos de alienar a la persona o que asuma pasivamente el dolor se transforma el sufrimiento como sufrimiento redentor para propiciar el crecimiento de la vida teologal.

Formación inicial y permanente:
Los  nuevos candidatos/as han de recibir una formación que se convierta en profecía y se realizará en la medida en que vayan experimentando y manifestando ser personas educadas en la libertad y para la libertad, personas bien integradas humana y vocacionalmente con un desarrollo armónico de la personalidad en cuya base esté el conocimiento de sí misma/o, de la liberación de motivaciones inauténticas, inconscientes y negativas. Esto ayudará además de otros medios psicológicos y pedagógicos la motivación del amor y de la caridad para llegar a la madurez que les prepara para vencer los miedos, dificultades, tentaciones, hasta afrontar el martirio. Este tipo de formación suscita una sensibilización ante los signos de los tiempos y lugares, lleva a una íntima relación con el Señor, a la audacia propia de los profetas y la convicción que ha de seguir formándose de forma continua; convicción básica para suscitar motivaciones, crear actitudes y realizar comportamientos
La formación permanente.- Es una exigencia intrínseca a la consagración religiosa; promueve la actualización teológica, la calidad de cada miembro y de la comunidad y ante todo, capacita a la persona dándole elementos para que pueda actualizar y encarnar el carisma fundacional  de acuerdo a las exigencias de los tiempos.
Cultivar la identidad carismática que trasciende cualquier expresión histórica cultural. Necesitamos iniciativa y discernimiento orante para encarnar o expresar lo esencial del carisma en lo que llamamos tradiciones propias de cada Orden monástica y que son movibles en la historia y la cultura, porque sucede que a veces defendemos más las tradiciones que lo esencial. Principio fundamental: “lo que no siempre ha sido así, no tiene porqué seguir siempre así”. Esto significa releer la propia historia carismática y estar dispuesto a ser de otra manera. Es darnos cuenta que el tiempo kairológico, es decir, el tiempo cronológico  activado por la bondad, gracia y misericordia de Dios, es el hilo misterioso que une lo antiguo y lo de hoy. Cicerón dice: la historia es testigo de los tiempos. Luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, heraldo de la antigüedad.

Desafío de la unidad en la diversidad: El rostro de nuestra Iglesia latino- americana y ecuatoriana  presenta este desafío, para ello hemos de favorecer el regreso a las fuentes, a los orígenes del carisma, la revisión de los programas de formación y si es necesarios inculturar el carisma y la espiritualidad, pues no basta la simple adaptación sino correr el riesgo, desplegar potencialidades

La comunión: Vida fraterna desdramatizada.
Recordando que la vida comunitaria  se inspira  teológicamente en las relaciones trinitarias, por lo tanto, es un signo de aquel amor dinámico, es un don que hace visible el amor misericordioso y vivificante del Señor. Juan Pablo II llegó a decir: “ la vida religiosa será tanto más significante cuanto más se logre construir comunidades fraternas”. El monacato ofrece una palabra y es él “caminar juntos”, porque no se hará realidad una eclesiología de comunión sin la experiencia de la vida común real, de una vida compartida diariamente en la alabanza, el servicio y la superación de conflictos. Entonces  me parece que son retos para nosotros actualmente lo siguiente:
Es necesario renovar la fe de que Cristo está con nosotros y en nosotros, captar su presencia real y pluriforme en el hermano, especialmente en el débil y el más pobre aún dentro de la misma comunidad monacal, fe en la actuación de Cristo en el hermano/a a través de los carismas que distribuye y que sirven para la construcción de la fraternidad. Por esto hay que cultivar especial  atención recíproca entre hermanos /as como una ayuda a superar la soledad, la  corresponsabilidad y  el perdón que cicatriza las heridas.
La destrucción familiar  que vive  nuestra cultura ha puesto en crisis la  paternidad/maternidad, por lo tanto, se hace urgente que se forme verdaderas comunidades de fe y oración para que la experiencia de Dios que es Padre y Madre vivida ésta no como una dependencia infantil sino como presencia y cercanía sin menoscabo de la libertad y autonomía de hijos y hermanos/as entre sí.
Hemos de ayudar a crear comunidades más sencillas y abiertas, que sean lugares de diálogo multicultural, capaces de hacer un discernimiento de fe a luz de los signos de los tiempos para revisar las relaciones entre los valores y las estructuras, para crear proyectos comunitarios que potencien la diversidad de carismas comunitarios y personales. En definitiva, tenemos urgencia de verdaderas comunidades fraternas que contribuyan a la evangelización. Para esto hemos de  crear espacios de reflexiones comunitarias, controlar las tensiones, organizar cursos de formación permanente sobre el carisma de la Orden monástica, no dejar elementos esenciales como los capítulos, la corrección fraterna, el diálogo con los superiores, elaborar proyectos y la evaluación de los mismos y abrirse al conocimiento de los demás carismas, de congregaciones apostólicas y  de los laicos.
A ejemplo de cada fundador debemos comprometernos a impulsar la espiritualidad de la comunión, ante todo, dentro de la familia monástica y luego en la comunidad eclesial. Nuestras comunidades sean escuelas de fe y verdaderos laboratorios de estudio, diálogo y de cultura para la edificación de la vida eclesial y desde su estilo trabajar para que   entre todos, se haga realidad una auténtica fraternidad en conexión con la promoción humana, el desarrollo y la liberación, porque hoy no se puede decir que amas de veras al hermano sin comprometerte con él a nivel personal  y en muchos casos, a nivel de estructuras con el servicio y la promoción de los grupos humanos con todas sus consecuencias. Naturalmente se entiende que la vida contemplativa no podrá  tener un compromiso directo, pero sí tomará su compromiso oracional en serio de tal manera  que esté preparada para una nueva clase de martirio y de santidad.

El aporte de los votos en la dimensión fraterna. Así tenemos el voto de pobreza, es decir, compartir los bienes en comunidad mostrando quien la persona vale no por lo que tiene sino por lo que es. El de la castidad que permite la creación de una comunidad como familia reunida en el nombre del Señor. El de obediencia  vivida como una búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios junto con el que tiene el servicio de autoridad  para resolver el problema de resolver  que surge entre la libertad individualista y la autoridad totalitaria. Ante esto, es necesario la oración y el diálogo fraterno y la concepción de la autoridad como servicio fraterno.

La misión:
Dentro de esta dimensión es de vital importancia que la vida contemplativa trabaje desde su ser y hacer en la tarea de la  segunda y nueva evangelización  entendida esta como anuncio del proyecto de Dios y desde este proyecto interpelar la realidad que no responde al de Dios. Teniendo como tela de fondo esta segunda y nueva evangelización la vida contemplativa ha de poner el acento en lo siguiente:
Acentuar  su vida ya no tanto en el estado de  perfección, sino en una consagración de reserva y misión, que tiene una significación escatológica, anunciando los valores definitivos a través dimensión profética que le viene por su mismo carisma que le compromete a un seguimiento particular de Cristo  ya sea por medio de los votos, de la vida comunitaria o del estilo apostólico propiamente contemplativo.
En concreto, en nuestra América Latina,  la vida contemplativa  teniendo conciencia que el lenguaje común desde cualquier lugar en que trabajemos, o desde diferentes frentes es el de la opción preferencial por los pobres,  como sinónimo de conversión, opción solidaria no paternalista (pobres a nivel material, los que viven en inhumana pobreza, etc...)  ha de hacer efectiva y concreta esta opción . Necesariamente  hemos de  distinguir esta opción con  la espiritualidad de la inserción,  porque para realizar nuevas fundaciones en la vida contemplativa, este criterio de la opción y de la inserción,  ha de facilitar para ubicar la vida monacal  en lugares  en donde se pueda vivir su estilo de vida, pero que a su vez se de un testimonio de  una opción preferencial de los pobres.
Este  servicio orante, específicamente contemplativo  se hace de rodillas, con humildad, consciente de que la continua renovación de la alianza que tiene lugar en la liturgia, son medios de evangelización, diakonía y ágape.
La vida monástica está llamada a recorrer el mundo, evangeliza sin palabras, hace suya la actitud del Señor:  “no grita, no alza la voz, no vocea por las calles” (Is 42,2), acepta la propia impotencia y presenta la espalda a los que lo golpean y el rostro a los insultos ( Is. 50,6) y sin embargo él es la luz de los pueblos, y el evangelizador por excelencia.
Intenta  vivir diariamente el evangelio para ser testimonio de la fe cristiana. Si no vive su identidad la misión se convierte en propaganda, filantropía, protagonismo, sus obras son carentes de coherencia vida personal.
Los monjes /as hemos de caminar por los senderos del ecumenismo, compartir oración común, lectio divina, hospitalidad. Las diferencias confesionales pierden su fuerza en el camino de la santidad. Esto da lugar para que la Iglesia reforme estructuras eclesiales, comportamientos y se base solamente en la búsqueda de Dios. [5]
La misión del contemplativo/a en este mundo de conflicto masivo y de sinrazón colectiva es buscar el verdadero camino de la unidad y de la paz  mediante la conciencia espiritual e inteligente e iluminativa,  porque se determina no sólo a comprender a Dios sino a hacer lo que él quiere, entonces se produce la “conversión” es decir, se reordena la personalidad, adquiere libertad y nos ayuda a superar la fragmentación de la vida y hasta nuestros nerviosismos y lo que es más importante,  a que la voluntad permanece unidad a Dios. [6]
Por último hemos de poner en juego la creatividad para  facilitar la espiritualidad del acompañamiento espiritual a partir del carisma fundacional, creando no solo espacios de soledad y silencio a través de las hospederías construidas a lado de monasterios femeninos, sino que  nos hemos de atrever a desempeñar el ministerio del acompañamiento espiritual a quien lo solicite, sin lastimar por ello la estructura interna  y  los valores como la clausura, la soledad y el silencio de la vida contemplativa y del monasterio.  Cito esto porque en la vida monacal  masculina es más normal pero falta incrementar en la rama femenina.
Propiciar las Asociaciones o Federaciones   dentro de la vida contemplativa femenina en las diversas órdenes religiosas, como un instrumento de ayuda entre monasterios de una misma región para superar el aislamiento, excesiva autonomía que impide la renovación y actualización en la formación inicial y permanente, haciéndoles incapaz  de  responder a lo que el mundo y la iglesia de hoy reclama, o a su vez, ante la falta de vocaciones o el envejecimiento de sus miembros no aceptan nuevas alternativas  de fusión o reorganización de los monasterios manteniéndose en ideas fijas que impiden cumplir con la misión dentro de la Iglesia.[7]

La salud y el trabajo.  
A este respecto tendríamos que revisar nuestro voto de pobreza que mirado desde  la vida contemplativa se trata no sólo de vivir con sobriedad y sin despilfarros, de compartir  desde lo que tenemos,  sino que hoy se impone la necesidad de vivir no ya de la limosna sino del propio trabajo  para ganarnos el pan de cada día; esto implica, el que la vida contemplativa ha de replantearse el TIPO DE TRABAJO que permita cubrir las necesidades básicas, trabajo que, sin quitarlo a nadie, tampoco distorsione la vida de oración, elemento fundamental de la vida específicamente contemplativa, sin afán de lucro  y enriquecimiento.  Hoy se hace urgente que el trabajo sea eficaz, calificativo, y también tecnificado. Avanzar por esta línea necesita una nueva mentalidad de las mismas religiosas,  una ayuda no solo moral  sino incluso económica de parte de los Señores Obispos.  Se diría, es verdad, que no todos los monasterios necesitan  renovar el tipo de trabajo y tecnificarlo pero en algunos sí, pues el no contar con medios para sustentar la alimentación y la salud se ven obligados a  realizar acciones, iniciativas que con el paso del tiempo, lastiman valores esenciales como la clausura, espacio para dedicarse más a la oración, el silencio, aceptando relaciones con el exterior más de lo debido. Creo que es importante un conocimiento más de cerca de esta realidad en los monasterios y el apoyo de una organización o comisión que emplee mecanismos  de financiamiento en el campo de la salud y el trabajo.

El Patrimonio cultural ecuatoriano.
Otro aspecto que me parece urgente es el tema del patrimonio cultural. Los monasterios especialmente  fundados en la época de la Colonia guardan verdaderos tesoros en cuanto a obras de arte. El contexto actual necesita valorar ese patrimonio sin entrar al interior del monasterio, por lo tanto, se hace urgente , buscar formas de independización de estas obras a base de museos u otras formas de contratos con las Instituciones del Ecuador para el financiamiento y conservación de las mismas, sin perder por ello, la pertenencia a la Iglesia ecuatoriana. Ante este signo de los tiempos también sugiero que  los Obispos u otras personas  competentes, realicen un asesoramiento a las religiosas y apoyen proyectos para compartir esta riqueza cultural al pueblo, como testimonio de pobreza.


[1] Documento preparado por la Hna. Marcia y presentado el 19 de octubre de 2004 sobre vida contemplativa con nmotivo de los 50 años de la CER.
[2] V. C 84
[3] Dt. 4,29
[4] “Es de saber que, si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella” (Llama 3,28)
[5] V.C. 101.
[6] Tomás Merton: “ El monasterio es una escuela...Lo que ha de curarse en nosotros es nuestra verdadera naturaleza... La cura y la enseñanza son una misma cosa, pues en el mismo núcleo de nuestra esencia estamos constituidos a semejanza de Dios por nuestra libertad y el ejercicio de esa libertad no es otra cosa que el ejercicio del amor desinteresado... el amor de Dios por consideración a El, porque es Dios.
[7] V. C. 50, literal f. 

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