FUNDACIONES



Queridas Madres reciban un saludo frateno de quienes conformamos el equipo de "La Pastora" : Danuze. Marcia, Laura, Enith
Les enviamos el trabajo realizado por Ana luisa de Argentina sobre las Fundaciones. Esperamos que estas fichas les ayude en el estudio y profundización a nivel personal y comunitario.
!Que disfruten¡
La Pastora
 .

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Fichas de Fundaciones






Queridas Hermanas aqui les adjuntamos un articulo del P. Maximiliano, ocd, sobre Fundaciones. Este material va introduciendo "las fichas" que proximamente comenzarán a recibir. P. Maximiliano lo ha enviado para que puedan tenerlo todas las comunidades a su disposición y servicio.
Las "fichas" sobre Fundaciones, las está preparando nuestra Hna Analuisa de la comunidad de Mar del Plata Argentina, a quien ya conocemos a través de las "fichas" del Camino de P. del año pasado. Sin mas, reciban un abrazo, nuestra oración y cariño. Hna Laura, Edith, Marcia y Danuze.



FUNDACIONES-NOTAS DE ESTUDIO


Padre Maximiliano Herráiz OCD

Introducción

La introducción “introduce” y guía pero no suple: la lectura, el diálogo personas con los místicos es absolutamente necesaria.  Puede, sintetizando los campos del discurso, y señalando los ejes sobre los que gira y se apoya, ayudar, y mucho, a  encontrar antes y mejor al místico y disfrutarlo, luminoso y cálido en su propuesta de vida. Que no le interesa otra cosa.

Al terminar la historia de la primera fundación, Teresa, segura de la importancia educativa de la misma, rogó con encarecimiento al destinatario-censor: “creo que se enfadará v.m. de la larga relación que he dado de este monasterio”; “si le pareciere romper lo demás que aquí va escrito, lo que toca a este monasterio v.m. lo guarde; y, muerta yo, lo dé a las hermanas…, que ayudará mucho para servir a Dios las que vinieren…, cuando vean lo mucho que puso su Majestad en hacerla por cosa tan ruin y baja como yo” (V 36,29).

Este texto nos dice claramente que el despliegue de gracia que Dios ha llevado a cabo en la fundación del monasterio de san José, tiene todavía más valor pedagógico para  los lectores de mañana, que las que su autora personalmente ha recibido. Esta tónica seguirá en el relato de las demás fundaciones. Transcribo algunos textos para la lectura y meditación temática.

Presento las palabras de Teresa con el deseo de facilitar la lectura, y darse una clara idea de los contenidos y de los núcleos o ejes de la historia de gracia que Teresa nos cuenta, con ánimo que ayudarnos en nuestro camino personal y comunitario.


1 Cronología de composición del libro


Fue Dios el primero en decirle, en torno al 70,  que escribiese las Fundaciones: “Que escribiese la fundación de estas casas”, “que con las almas de ellas tenía él descanso” (CC 6,2). Tres períodos de la redacción.

1) El maestro Ripalda, jesuita, en 1573, le “manda que escribiese de otros siete monasterios… que se han fundado” (pról 2; 4,1), “comencé a escribir estas Fundaciones por mandato del P. maestro Ripalda” y “escribí algunas de ellas” en el monasterio “que está allí [Salamanca]” (27,22). Posiblemente hasta el capítulo 9, fundación de Medina del Campo. Las deja por “muchas ocupaciones”, viajes y otros “escritos” que lleva entre manos.. “Estando muy determinada a esto [no escribir más], el P. Gracián “me mandó que  las acabase”. “Así lo he hecho”. Posiblemente los capítulos 10-20, hasta la fundación de Alba de Tormes (1571). Ella le manifiesta su desgana, sus dificultad: “con todo me mandó, poco a poco o como pudiese, las acabase” (27,22).

2)  El 24 de julio del 76  escribe a su hermano diciéndole que le envíe  “los papeles de las Fundaciones”, porque “el P. Visitador [Gracián] me ha mandado  acabe las Fundaciones, y son menester esos papeles para ver lo que he dicho y para esa de Alba” (Cta 111,7-8). Unos meses más tarde, 5/oct/76, escribe de nuevo a su hermano diciéndole: “Ahora comenzaré lo de las Fundaciones, que me ha dicho José [Cristo] que será provecho de muchas almas” (Ct 125,5); y el 31/oct/76, escribe a Gracián diciéndole que “Las Fundaciones van ya al cabo” (Ct 134,1).
Finalmente, anota con cuidado: “Hase acabado hoy, a 14 del mes de diciembre en el monasterio de Toledo 1576”  (27,22)..

3) “Acabada la fundación de Sevilla (1/jun/76), cesaron las fundaciones por más de cuatro años” (28,1) Desde el 80 hasta su muerte escribe las cuatro últimas: Villanueva de la Jara (1580), Palencia (1581), Soria (1581), y en la primavera de 1582, la de Burgos. “El prelado… me mandó venir a la Encarnación” (19,7), “fuimos en agosto” (19,8). “Ya he dicho cómo después de haber fundado el monasterio de Salamanca y Alba, y antes que quedase con casa propia el de Salamanca, me mandó el padre maestro fray Pedro Fernández…, ir por tres años a la Encarnación y cómo viendo la necesidad  de la casa de Salamanca, me mandó ir allá para que pasasen a casa propia” (21,1).
Oye en su interior de ir a fundar a Segovia: “Me pareció imposible”, “pues tenía entendido” que el comisario,  fray Pedro Fernández, “no había gana que fundase más”[1]. Ella le escribe diciéndole que “tenía precepto de n.r. general de que, cuando viese cómodo en alguna parte para fundar, que no lo dejase” (21,2). Vuelve a la Encarnación después de la fundación de Segovia [30/sept/74](21,10-11).


2 Contenido


Por supuesto el relato de las fundaciones. Y “también me mandan, si se ofreciere la ocasión, trate algunas cosas de oración” (pról 5); trata también Fundaciones de “las mercedes que [Dios] ha hecho a esta Orden” (pról 3). Y de “algunas cosas de oración” (ib 5). Pero también piensa “dar algunos avisos para que las superioras se sepan entender y lleven [acompañen] a sus hermanas” (4,1). Se pronuncia a favor de éstos:“Y podrá ser hayan sido más a propósito algunos de estos avisos que… contar las fundaciones” (9,1). “He visto la necesidad”, “mirando lo que sucede de cosas espirituales”, hablar de las mercedes que Dios concede a las hermanas, que “es menester no estén los espíritus amedrentados” (4,2); además, entiende que el demonio “no hace tanto mal como nuestra imaginación y malos humores, en especial si hay melancolía” (4,2).

También piensa en el valor educativo de las mismas. Escribe: “para que las que vinieren se animen a llevar adelante tan buenos principios” (20,15).   En la comunidad de Valladolid: “hace el Señor muchas misericordias, y ha llevado a ella almas que a su tiempo se pondrá su santidad…” (10,7). “Están tan caídas en el mundo las cosas de oración y perfección, que es menester declararme de esta suerte”, porque “temen andar este camino”, aunque hay “muy menos peligro, en los que más se llegan a pensar en Dios [oración] y procuran perfeccionar su vida”. “El bien nunca trajo mal” (4,3).
La comunidad de san José de Ávila es un punto de referencia: en “Medina del Camp… las hermanas iban por los mismos pasos que las de san José de Ávila (9,1)

En Fundaciones, Teresa hace camino paralelo con los Hechos de los Apóstoles,  persiguiendo el mismo objetivo: señalar el actor principal, y la colaboración de la persona o personas a las que llama, hacia un futuro mejor, sobre el presente o pasado inmediato de gracia desbordante  Las que colaboran con Dios y las que se oponen. Entramos en el texto teresiano a la búsqueda de los actores, de las vicisitudes, de los elementos doctrinales. Estamos también ante un libro doctrinal, con el ejemplo de fondo de la historia de los Hechos de los Apóstoles.


1 Agentes de la historia de salvación


En el bastidor de los acontecimientos que Teresa narra hay una historia “interior”, divina-humana, historia de salvación, trenzada en ellos, de Dios, inspirador y  protagonista por excelencia,  de Teresa, pobre “instrumento”, los que colaboran, que Dios “despierta” (27,16) y los que se oponen. Justamente como en los Hechos de los apóstoles,  en la historia misma de Jesús.

.           1.1  Dios

“Ahora que lo voy escribiendo, me estoy espantando y deseando  que nuestro Señor dé a entender a todos cómo en estas fundaciones no es casi nada lo que henos hecho las criaturas. Todo lo ha ordenado el Señor por unos principios han bajos, que sólo su Majestad lo podía levantar en lo que ahora está” (13,7). “Veréis que estas casas en parte no las han fundado hombres las más de ellas, sino la mano poderosa de Dios” (27,11), “entenderéis que ser obra suya” (27,12) . “Querer Dios se hiciese esta obra, y como cosa suya”, “el que todo lo ha hecho y despertado la caridad de las personas” (27,16), “Tan sobre razón he visto lo que [Dios] ha obrado por esta sagrada religión” (28,16).  “Se entenderá muchas veces no ser yo quien hace nada en estas fundaciones, sino quien es poderoso para todo” (29,5). “Todo lo iba disponiendo el Señor”, en la fundación de Medina (3,3.8).

Estas afirmaciones contundentes apuntan a un Dios activamente presente en la historia de sus hijos, de la iglesia. Tanto, que amorosamente sale adelante con su propósito salvífico que Teresa grava en luminosos asertos teológicos: “Algunas veces pienso en esto, y cómo lo que nuestro Señor quiere, aunque nosotros no queramos, se viene a que sin entenderlo seamos el instrumento” (22,3). “Lo que su Majestad quiere no se puede dejar de hacer” (22,19).

En el espesor de la historia se conoce a Dios: “Quien más conoce a Dios, más fácil se le hacen sus obras” (3,5); “cuando Vos, Señor, queréis dar ánimo, ¡qué poco hacen todas las contradicciones!” (3,4), “cuando el Señor es servido yo funde una casa de éstas, paréceme ninguna [contradicción] admite mi pensamiento, que me parezca bastante para dejarlo de poner por obra” (3,4). Cuando se encuentra “tibia”, desganada”, enferma (29,1-5) para emprender las fundaciones de Palencia y Burgos (29,1-5), cuando ni la presencia y consejo de personas amigas le bastan, exclama: “venga ahora el verdadero calor… adonde se entenderá no ser yo quien hace nada en estas fundaciones, sino quien es poderoso para todo” (5). De hecho Dios le dice: “¿Qué temes? ¿Cuándo te he yo faltado? El mismo que he sido, soy ahora, no dejes de hacer estas dos fundaciones”. “Quedé determinada y animada, que todo el mundo no bastara a ponerme contradicción (6).

“Se entendía venir todo de Dios” [también las pruebas] (28,5). “En ningún monasterio de los que el Señor ahora ha fundado… no han pasado las monjas, con mucha parte, tan grandes trabajos” (19,11).  Ante las dificultados, de orden económico, Dios le reprende: “con qué tesoro se había hecho lo que estaba hecho” (28,15), “tan poderosas estas palabras de Dios”, que “alumbra el entendimiento y dispone la voluntad para querer obrarlo” (28,16).

Algún apunte más sobre el Dios que trabaja el corazón de la persona y la historia: “¿Quién tan amigo de dar, si tuviese a quién, ni de recibir servicios a su costa” (2,7). “Nunca se cansa de humillarse por nosotros [habla de la eucaristía], no parece quería salir de allí”, del humildísimo “hospedaje” en la fundación de Medina (3,13). “Quien más conoce a Dios, más fácil se le hacen sus obras” (3,5).¡Y se las explica!

1.2 Teresa

Recuerda frecuentemente “que tenía precepto de n. r. general de que, cuando viese cómodo en alguna parte para fundar, que no lo dejase” (21,2), “no sólo con licencia de n.r.p.gen, sino dada debajo de precepto un mandamiento después; y no sólo esto, sino que casa que se fundaba, me escribía recibir grandísimo contento” (27,19), pues “deseaba fundase tantas como tengo cabellos en la cabeza” (27,20). Se anima a hacer más monasterios “viendo yo la gran voluntad” [del sup. gen] para que se hiciesen más monasterios” (27,4).

¿Ella? “Una mujercilla…, sujeta, sin solo un maravedís…” (27,11), “una romera [pobre] como yo” (3,2); “yo soy la que no hago nada” (29,25). Dios “se ha servido de unas mujeres tan miserables como nosotras” (27, 11); se entrega sin escatimar trabajo  (3,4; 18,5) Acaba con su estribillo de co-fundadora: “Quiere nuestro Señor que conozca yo y todos que sólo es su Majestad el que hace estas obras” (29,24)., “y yo soy la que no hago nada” , “y nunca lo querría dejar de decir” (29,25).

Objetivo decisivo: “siempre mi deseo es ser algún  medio para que se alabase  nuestro Señor y hubiese más quien le sirviese” (28,15). “Yo confieso que mi ruindad y flaqueza muchas veces me ha hecho temer y dudar…; mas no recuerdo ninguna… que no me hiciese merced, por su sola misericordia, de vencer estas tentaciones… No quiere más Dios de esta determinación para hacerlo todo de la suya” (28,19). “Consideraba lo mucho que importa no mirar nuestra flaca disposición cuando entendemos se sirve el Señor…, pues es poderoso de hacer de los flacos fuertes y de los enfermos sanos” (28,18).

No oculta sus sentimientos íntimos: a veces, siente profunda desgana (3,4.11; 29,1-6); sus dudas, dificultades: “parecíame imposible ir adelante” (3,11). En la fundación de Burgos: sigue con gran enfermedad”, “con tanta desgana”, y Dios se dirige a ella en estos términos: ‘el mismo soy, no dejes de hacer estas dos fundaciones’”, Palencia y Burgos, “y luego se me quitó toda la pereza; por donde parece no era la causa la enfermedad ni la vejez”, como alguien le dijo, posiblemente con ironía (31,4), aunque ella ya se siente “tan vieja” (31,18). “Nunca me ví más  pusilánime y cobarde en mi vida”, que en la fundación de Sevilla (25,1).

Las enfermedades le acompañan: “Mis enfermedades eran tantas” (7), “con tantas enfermedades” (11), lo que me acobardaba más es la poca salud” (12), “con un mal de garganta bien apretado” (17), “con calentura y harto mal” (24); “hartos trabajos corporales” (3,11); no hay fundación sin trabajo, ni sin dificultades (21,4; 24,15; 26,2; 27, 17.21; 28,2; 29,31). Dios “como cosa suya [las fundaciones] me favorecía” (27,16). 

Están también las contradicciones “de fuera”. Esperaba “contradicción  mucha” [en la fundación de Burgos], aunque “no podía entender de quién había de ser esta contradicción” (31,14).

Entre sus dificultades, o “cruz”,  cuenta “el llevar las condiciones de muchas personas que era menester en cada pueblo” y, humanísima Teresa, “dejar las hijas y hermanas mías, cuando me iba de una parte a la otra”, yo os digo que, como yo las amo tanto, no ha sido la más pequeña cruz”. Y también de parte de ellas: “que aunque están de otras cosas desasidas, ésta no se la ha dado Dios”, que tampoco yo lo estoy [desasida de ellas]” (27,18).

Dificultades económicas. Muchas y serias. Sobre todo en lugares pequeños. Expresiones como las siguientes esmaltan los diferentes relatos de las fundaciones: tenía “unas blanquillas, harto poco” para la fundación de Medina (3,2); “procura que le alquilen una casa [en Segovia] “porque yo no tenía blanca para comprarla, y estando ya hecho el monasterio, luego proveía el Señor; y también, escogíase sitio más a propósito” (21,2). En la fundación de Toledo, con la licencia de fundar en la mano, “me parecía que tenía todo, sin tener nada, porque debían ser hasta tres o cuatro ducados” (15,6); un don nadie, “nonada rico, sino harto pobre” (15,6), le encuentra casa (15,7).  Por eso “me espantan las trazas de Dios”: (15,8).

En Sevilla, a su hermano Lorenzo, “fiador”, “querían prenderle” (25,9). Para las fundaciones de Palencia y Burgos, “yo no tenía nada”. Discierne la desgana,”tan tibia” (29,5) que se manifiesta: “mas no era esto, que con menos suelo comenzar” (29,4). Dios actúa (6). Para  fundación de Palencia, donde  encuentra “cosa de la primitiva iglesia” (29,27), “yo no tengo blanca”, , El fiador, “se rió y dijo: ¿Pues a fianza de tantos dineros me decís de esa manera? Y luego desde la mula, la firmó” (29,26). y “en cada una [de las fundaciones] quiere Dios haya que merecer en estas fundaciones a los que nos ayudan, (29,25). Dios le increpa: “con qué tesoros se había hecho lo que estaba hecho hasta aquí” (28,16).

Otras dificultades

“Se han pasado algunos trabajos…: caminos, con aguas y nieves y con perdernos, sobre todo con poca salud…, tantos males juntos” (27,17). También “en llevar condiciones de muchas personas que era menester en cada pueblo… Y en dejar hijas y hermanas” (27,18). “El tiempo tan recio y yo tan vieja y enferma” (31,16), y “en los grandes trabajos y peligros que nos vimos” (16), “que no se dejó de temer harto” (17). ¡Y todavía dice que “el natural en cosas de trabajo algunas veces repugna”! (31,12). Dios le pide: “Ahora ten fuerte, Teresa, ten fuerte” (31, 26).

1.3 Sus hermanas

Las primeras implicadas en el nacimiento del nuevo Carmelo, “mujercitas flacas, aunque fuertes en los deseos” (4,5); este “principio”, quiso Dios que comenzase “con unas mujeres tan miserables (27,11) Parece que “las escogía el Señor, cuales convenía para cimiento de semejante edificio” (9,1). “Cuán obligadas estás a llevar adelante la perfección” (28,5). “El natural de las mujeres es flaco y el amor propio que reina en nosotras es muy sutil” (4,2), y la melancolía aparece “en especial en la flaqueza de las mujeres” (7,10), afirma que “así hombres como mujeres” han venido a mí, y “claramente he conocido que muchas veces se engañan a sí mismas sin querer” (4,2).

1.4 Colaboradores

“Dios “toma en cada parte quien le ayude” (29,8). “Esto se debe más a los fundadores” (3129). “Dios ha despertado la caridad de las personas que nos han ayudado” (27,16)., “amigos más encargados de nosotras” (31,31).“Nombré a los bienhechores de estos principios, porque las monjas de ahora y las de por venir es razón se acuerden de ellos en sus oraciones. (31,29). Entre los más destacados, D. Álvaro de Mendoza (obispo de Ávila y después de Palencia: “nos favoreció mucho, y en todo lo que toca a la Orden” (10,6), “quien siempre nos ha favorecido y amparado”  (13,6; 29,1). Siempre “con una caridad grande, que siempre ha tenido con nosotras… Es tanto lo que esta Orden le debe, que quien leyere estas fundaciones de ella está obligado a encomendarle a nuestro Señor, vivo o muerto” (29,11). También guarda un recuerdo cariñoso del obispo de Soria, doctor Velázquez, (28,10;  30,1).

El rey Felipe II: “tomó la mano a favorecernos”, en el momento más duro de la crisis con la autoridad romana, nuncio, y los calzados (28,6). Lo evoca en el momento de contar la noticia de la separación descalzos-calzados: “Y le ofreciésemos [encomendásemos] a este santo rey don Felipe, por cuyo medio lo había Dios traído [el decreto de separación]” (29,31).

 Y, finalmente, “muchos señores del reino y obispos que se daban prisa a informar de la verdad al nuncio” (28,6); Garciálvarez, en Sevilla,“persona muy de bien y tenida en la ciudad por sus buenas obras” (25,5), “quien les dijo la primer misa” (25,7), y el prior de las Cuevas, que es de los cartujos”: “púsole Dios tan gran amor con nosotras, desde que fuimos [llegamos], y creo le durará toda la vida el hacernos bien de todas maneras” (25,9). Y tanta gente sencilla, como las que acuden a la fundación de Medina del Campo: “poníales devoción de ver a nuestro Señor otra vez en el portal” (3,13); “otras personas nos daban harta limosna” (3,14). Rezad “por los que favorecido su causa…, y así os lo encomiendo mucho” (28,7).

1.5 Los que se oponen

Después del capítulo general de Piacenza (Italia), “tràenme un mandamiento dado en definitorio, no sólo para que no fundase más, sino para que por ninguna vía saliese de la casa que eligiese para estar, que es como a manera de cárcel”, y “lo peor es que está disgustado  conmigo nuestro padre general”. “Con esto me dijeron juntamente otras dos cosas de testimonios bien graves”, “la una era gravísima” (F 27,20). Muchas veces hace referencia a “grandes contradicciones y dichos” (27,21).

Así se dirigió al “gobernador”, vicario general de la diócesis de Toledo: “Díjele que era recia cosa que hubiese mujeres que querían vivir en tanto rigor y perfección y encerramiento, y que los que no pasaban nada eso, sino que se estaban en regalos, quisiesen estorbar obras de tanto servicio de nuestro Señor” (15,5). Subraya que le dijo todo esto “con una determinación grande”. Conclusión: “antes de que me quitase de él, me dio la licencia” (15,5).

En la fundación de Sevilla, (24,16-21), “entendí en qué estaba la dificultad, que era no tener licencia”. Me dijo que no gustaba de hacer monasterios de monjas por su licencia, ni desde que era arzobispo jamás la había dado para ninguno…, en especial de pobreza, que no la daría (24,16). “Yo le dije el agravio que nos hacía” “Y desde ahí adelante siempre nos hacía merced en todo lo que se nos ofrecía y favor” (24,21).

“Los más graves [trabajos] no pongo aquí; que, a lo que me parece, dejada la de Ávila –que aquí no hay comparación-, ninguna me ha costado tanto como ésta [Sevilla], por ser trabajos los más interiores” (26,2). Inmediatamente después de la fundación de Sevilla (1576), “comenzaron  grandes persecuciones muy de golpe a los descalzos y descalzas”, “padecieron mucho los descalzos, en especial las cabezas, de graves testimonios” (28,1)

“Murió un nuncio santo que favorecía mucho la virtud, y así estimaba los descalzos. Vino otro que parecía le había enviado Dios para ejercitarnos en padecer… Enteróse   [empeñóse] mucho en “que no fuesen adelante estos principios”, y así comenzó a ponerlo por obra con grandísimo rigor, condenando a los que pareció le podían resistir, encarcelándolos, desterrándolos” (28,3) (28,3).

Decían de mi “que estaba loca”; otros “esperaban el fin de aquel desatino”, fundación de Medina (3,3). En el momento que le llega la noticia de separación descalzos-calzados, anota: “había [hacía] ]más de 25 años que los trabajos y persecuciones y aflicciones que había pasado sería largo de contar, y sólo nuestro Señor lo puede entender” (29,31).

Tiene el presentimiento de la “contradicción mucha” que encontraría en Burgo, pero “no podía entender de quién había de ser esta contradicción” (31,14). En la larga historia de los prolegómenos, se advierte la “sospecha” de Teresa cae sobre el arzobispo. Pronto se convierte en certeza. Al hablar de la primera misa, lo encuentran “tan alterado y enojado” porque se había venido sin su licencia, “y habló al provincial [Gracián] enojadísimo de mí”. Despidió al provincial diciendo “que si no hay renta y casa propia, que en ninguna manera daría licencia, que bien nos podíamos tornar. Con ironía incontenible, exclama Teresa: ¡”bonitos estaban los caminos, y hacía tiempo!”   (31,21).  

Del comportamiento raro y caprichoso del Arzobispo de Burgos, lo califica “desvío” (31,29). Y no puedo menos de confesar al oírle decir “que deseaba esta fundación más que nadie”, que, aunque “lo creía”, “en las obras no lo parecía” (31,31). Y con su quiebro de mujer creyente, se dirige a Dios diciendo: “sacasteis [lograsteis] …, Vos cómo se hiciese mejor” (31,31). Cuenta largamente la historia de la compra de la casa, concluyendo que “después de él [Dios],  él [licenciado Aguilar] nos dio la casa” (39).

Sigue irónica Teresa al escribir: “Luego lo supo el Arzobispo y se holgó mucho, pareciéndole que su porfía había sido la causa” (31,40) de la compra de la casa. ¡Urra al arzobispo! Aunque le quedaba la última pincelada de la rocambolesca historia: “me dí prisa a pasarme” a la nueva casa. Quedaba un antiguo morador. “Luego me dijeron que estaba [el arzobispo] muy enojado de ello”. “le aplaqué todo lo que pude, que como es bueno, aunque se enoja, pásasele presto” (31,40). Y concluye, dejándome otra muestra de su capacidad de diálogo y de apertura, diciendo con sorna: “Con toda la buena voluntad que mostraba, no había remedio de querer dar licencia” (31,40). Aquí el ¡Urra! Es para Teresa.

Teresa es una lectora creyente de los acontecimientos, humanísima  en la vida: “¡Oh Señor mío, qué cierto es a quien os hace algún servicio pagar luego con un gran trabajo! ¡Y qué precio tan precioso para los que de veras os aman, si luego se nos diese a entender su valor!  Mas entonces no quisiéramos esta ganancia [ni por este beneficio quisiéramos pasar semejantes trances], porque parece que lo imposibilitaba todo” (22).


2 Teología de las Fundaciones


Dos características destacan en la fundadora Teresa: firmeza en sus posiciones, dúctil cuando comprende que algo no es esencial, como la renta, cuidadosa en la búsqueda del lugar más adecuado y en dejar la fundación “como si tuviera ella que vivir toda la vida”. Suma atención a quien solicita entrar en la comunidad.

2.1 Estilo de fundadora

Principio de comportamiento de su actividad fundadora: “Siempre tengo de costumbre no hacer cosa por mi parecer, sino de personas semejantes”, “letradas y virtuosas” (28, 10;  “grandes letrados y siervos de Dios” (27,15); “he acostumbrado siempre… hacer lo que el confesor me aconsejare” (29,20), “habiendo visto” que Dios “muda al confesor aunque esté en otra opinión para que haga lo que él quiere” (29,20).

Renta o en pobreza: “porque forzado [necesariamente] había de tener renta para poderse mantener, de lo que yo estaba muy enemiga” (9,2), a lo que los letrados se oponen porque “el santo concilio [Trento] daba licencia de tenerla” (9,2); “siempre soy amiga de que sean los monasterios o del todo pobres, o de suerte que no tengan las monjas que importunar a nadie para todo lo que fuere menester” (9,3).

En la fundación de Toledo nos ha dejado esta joya espiritual, canto a la pobreza: Cuando gente rica “nos fueron proveyendo más de lo que quisiéramos”, “era tanta i tristeza, que no me parecía sino como si tuviera muchas joyas juntas de oro y me las llevaran y dejaran pobre. Así sentía pena de que se nos iba acabando la pobreza y mis compañeras lo mismo, que como las vi mustias, les pregunté qué habían, y me dijeron: ‘¡Qué hemos de haber, madre!: que ya no parece somos pobres’” (15,14).

Fundación de Alba: “Yo no había mucha gana a causa que, por ser lugar pequeño, era menester  que tuviese renta, que mi inclinación era que ninguna tuviese”, Báñez le riñe diciéndole que “el concilio daba licencia para tener renta…, y que ninguna cosa hacía para ser las monjas pobres y muy perfectas” (20,1). También la cuestión se pone en Sevilla: “porque en las partes que he fundado con renta, es en lugares pequeños…, porque no hay cómo se pueda sustentar” (24,17). Palencia: “El monasterio debía ser de pobreza, y decíanme que no se podría sustentar, que era lugar muy pobre” (29,1)

2.2 Admisión a la comunidad:

Entre otras razones para admitir la fundación de Villanueva de la Jara, dice que, no
conociéndolas, “no podía entender si tenían los talentos que pretendemos en estos monasterios” (28,9). Presta atención a la persona, a su vocación y capacidad de vivir en comunidad: “Tenía harto poca salud; mas como yo vi alma tan buena y determinada, parecióme buen principio para fundación” (16,1). “jamás he dejado de recibir ninguna por esta falta [“de bienes de fortuna”], como me contentase en lo demás. Testigos son las muchas que están recibidas sólo por Dios…, las pobres me dilataban el espíritu”, que “me hacía llorar de alegría” (27,13). Exhorta a continuar así (14).

2.3 Dónde.

Cuida que el sitio “más a propósito” (21,2), según ciertos criterios: la formación, el trabajo, la proximidad con otros monasterios  , “Yo no quería admitir [Malagón] en ninguna manera por ser lugar tan pequeño” (9,2), Acepta la invitación de fundación en Valladolid, “tenía harto valor”(10,1), “de gran recreación, por ser la huerta tan deleitosa” (10,3), aunque no estaba muy determinada a fundarle allí, porque estaba casi un cuarto de legua del lugar [de la ciudad]. Le anima el que en el futuro se podrá pasar a la villa (10,1). “aunque por ser un lugar muy pobre” [Salamanca], se detiene” para hacer “la fundación de pobreza”, como Ávila “y nunca le falta”, “ayudándose de su trabajo, me determiné a hacerlo” (18,1)

Caravaca, “tan a trasmano”, “tenía bien poca gana de ir a fundarlo”, pensado en el “trabajo que habían de pasar los que fuesen a visitar las monjas” (27,3). La misma reticencia a aceptar la fundación de Villanueva de la Jara: “me pareció cosa que en ninguna manera convenía admitirla”. Razones: “mostradas [acostumbradas] a su manera de vivir, acomodarse a la nuestra”; “el lugar es poco mas de mil vecinos”, “lejos de estotros monasterios”, “no podían entender si tenían los talentos [cualidades] que pretendemos en estos monasterios” (28,9)

Palencia: “estaba en muy mal puesto” (29,12); se busca otro: “estaríamos cerca de la iglesia” (29,13). Larga aventura en la búsqueda (29,13-24), “parecerá impertinente haberme detenido tanto en el comprar de la casa” (17)-, Dios le dice: “Esta os conviene” (18). Se ve obligada a dejarnos un apunto de su carácter: “Parecíame me tendrían por vana y movible, pues tan presto mudaba, cosa que yo aborrezco (29,19).

Prefiere “casa propia” (21,2); “nunca hasta dejar casa propia y recogida y acomodada a mi querer, dejara ningún monasterio ni lo he dejado”;”en el trabajo gustaba ser la primera y todas las cosas para su descanso y acomodamiento procuraba hasta las muy  menudas, como si toda mi vida hubiera de vivir en aquella casa” (19,6); “toma posesión pronto” (3,6; 15,9; 18 2.3). “paja  que era lo primero que yo proveía” (19,4).
“Siempre había rehusado mucho hacer monasterio en Andalucía”. Si hubiera sabido que Beas pertenecía a Andalucía, en ninguna manera fuera” (24,4). Llega a Sevilla el 26/mayo/76.


3 Comunidad


Reunidas en nombre del Señor. Comunidad teologal. “Su casa [de Dios]” (1,1). El las trae (1,1); Número corto para aproximarse a la realidad familiar, aligerar las estructuras. La razón de su opción por un número reducido: “adonde hay pocas, hay más conformidad y quietud”, cuando en la Encarnación “eran 150 el número”(2,1); “trece” (1,1). Teme “admitir tantas hermanas” (28, 14, 9.14), “siendo tan pocas” (18,1), “pocas y pobres” (11,1). Y edificación sobria: “Por su amor [de Dios] os pido, hermanas y padres míos, que nunca dejéis de ir muy moderados en esto de casas grandes y suntuosas” (14,4).

Nos presenta Teresa unas comunidades vivas, alegres, bendecidas copiosamente por el Señor. “Son tantas las mercedes que el Señor hace en estas casas” (4,8). Aunque confiese “que no es el primer intento loar las monjas de estos monasterios” (1,5), ha dejado muchas huellas del ambiente que respiraban las primeras comunidades:  “tan santas y limpias” (1,2), “tantas virtudes encumbradas” (1,2), “almas de ángeles” (1,6); “las monjas no traían otro cuidado que contentarle” (1,2), “las mercedes y grandes deseos y desasimiento que el Señor les daba eran grandísimas” (1,6)., “gran valor d estas almas y el ánimo que Dios les daba” (1,6); Lo recuerda más adelante: “comencé a decir algunas cosas particulares  de algunas hermanas de estos monasterios, pareciéndome cuando esto viniesen a leer no estarían vivas las que ahora son, y para que las que vinieren se animen a llevar adelante tan buenos principios” (20,15). 

“Estar con esta ordinaria alegría que ahora todas traéis y esta prosperidad que no puede ser mayor que no temer la pobreza“. “¿A qué se puede comparar la paz  interior y exterior con que siempre andáis?... Si siempre pedís a Dios lo lleve adelante, y no fiáis nada de vosotras… Si tenéis confianza en él y ánimos animosos…, no hayáis miedo que os falta nada” (27,12). Así en muchas Cartas: “importa ir adelante estos principios de esta sagrada Orden” (a Pablo Hernández, 4/oct/78; 260,8);  “este principio que la santísima Virgen ha procurado se comience” (T. de Braganza, 16/en/78; 217,6); confiesa de sí misma que hace cuanto puede “para que no se deshaga este buen principio” (ib 16); el “Tostado [encargado por el General de la Orden] había de atajar un principio como éste” (J. Gracián, 14/ag/78; 249,10).

Destaca la dimensión misionera de sus comunidades contemplativas: “que era para algún gran fin las riquezas que el Señor ponía en ellas” (1,6), aunque no pensara en nada, teniendo delante el pobre origen de la obra, pero sus “deseos [de Teresa]…, eran muy más crecidos de ser alguna parte para bien de algún alma”, ella que se veía “atada”, lo que resalta en su función de educadora: “que se aficionasen al bien de las almas y al aumento de su iglesia”, “esto embebía más grandes deseos” (1,6).

Dios les concede a “las más la contemplación perfecta, y algunas van tan adelante, que llegan a arrobamientos”, a algunas “revelaciones y visiones”; “a otras hace el Señor merced por otra suerte”. Precisa: “bien entendido que no está en esto la santidad”, en los fenómenos místicos. Confiesa que lo que acaba de decir es “para que se entienda  que no es sin propósito los avisos que quiero decir” (4,8), particularmente el cap. 5, aunque también 6-8, bloque doctrinal, dentro del relato de las fundaciones.

Continúa subrayando con fuerza esta dimensión misionera, con ocasión de la visita del franciscano Alonso Maldonado, “con los mismos deseos del bien de las almas”. Impresionada por lo que les cuenta de América, “fuime a una ermita con hartas lágrimas”, “había gran envidia a los que podrían por amor de nuestro Señor emplearse en esto”, “es la inclinación que nuestro Señor me ha dado” (1,7). Sobre esta “querencia” teresiana vuelve diciendo que su superior general “entendió mi manera de proceder  en la oración que eran los grandes deseos de ser parte para que algún alma se llegase más a Dios” (2,3). En este marco sitúa la gracia mística: “Representóseme el Señor…, mostrándome mucho amor…, y me dijo: “ESPERA, HIJA, Y VERÁS GRANDES COSAS” (1,8).

Con sabor, hasta literario lucano en los Hechos de los Apóstoles, de la “comunidad primitiva” termina  el relato de la segunda fundación en Medica del Campo:
“Las monjas iban ganando crédito en el pueblo y tomando con ellas mucha devoción”
“no entendían sino en cómo pudiese cada una más servir a nuestro Señor”
Manera de proceder
“Comenzó el Señor a llamar a algunas para tomar el hábito y eran tantas las mercedes que les hacía…” (3,18).
Comparada con la situación de los frailes, “las [comunidades] de las monjas…, siempre hasta ahora han ido bien” (23,12).


4 Principio, presente y futuro del movimiento teresiano


Teresa se nos muestra en Fundaciones lúcidamente gozosa con la conciencia de “principio”. Tanto que lo mostrará también en la consigna que nos dejará para vivir siempre bajo el signo de “principio”, de momento o, mejor, actitud auroral, aunque con toda siendo conscientes de la “herencia” que se nos ha entregado y de la que debemos nosotros entregar a los que nos seguirán. Algo así como: ten conciencia de la herencia reciba y vive de tal manera que puedas entregarla mejorada a quienes te sigan .Ten conciencia  de ser “co-fundador”.

4.1 Principio, los santos nuestros pasados

Evocación amorosa, admirativa del pasado, y cálida exhortación a “tener delante  nuestros fundadores verdaderos” (14,4), ni “hagamos agravio a nuestro santos padres pasados, que dejemos de conformarnos con ellos” (14,5), pues de “esta casta de donde venimos” (29,33).

4.2 Principio, el nuevo Carmelo.

El sup. Gen, Juan Bautista Rossi, ve en la nueva fundación “un retrato…, del principio de nuestra Orden” (2,3). Oyendo al P. Mariano Ambrosio cómo vivían, a Teresa le parece “un retrato de nuestros santos Padres” (17,8). Más tarde, por tierras manchegas, “le enternece mucho” el grupo de descalzos, “pareciéndome estar en aquel florido tiempo de nuestros santos padres” (28,20). Constante evocación de los “principios”, como acontecimiento inspirador. “No se diga por ellos lo que de algunas Ordenes que loan sus principios” (29,32).

“Comenzando a poblarse estos palomarcitos de la Virgen”, “comenzó [Dios] a mostrar sus grandezas en estas mujercitas flacas, aunque fuertes en los deseos, y en el desasirse de todo lo creado” (4,5).  Ahora comenzamos (29,32); “que no se pierda… un tan gran  principio  como ha sido servido que comience en unas mujeres tan miserables como nosotras” (27,11).  Por esto nos asoma con gusto a la vida de los primeros monasterios.
“Este principio que Dios ha comenzado” (28,1); “principios para renovar la regla de la Virgen su madre, señora y patrona nuestra” (14,5). Un principio que no se ha de “loar”, en cuento tal, sino como signo, “espíritu” para cada presente:

4.3 “Procuren ir comenzando siempre de bien en mejor” 

La evocación del “principio”  es la conciencia con la que vivir el presente. Exhorta “procuren imitar siempre estos principios” (16,1) El nuevo monasterio de Ávila “es un retrato del principio de nuestra Orden”, y quiere que vaya muy adelante este principio” (2,3). Exhorta a “imitar estos buenos principios” (16,1): “procuren ir comenzando siempre de bien en mejor” (29,32). Ante el espléndido paisaje que se abre en las primeras comunidades teresianas, “teman las que están por venir y esto leyeren, y si no vieren lo que ahora hay, no lo echen a los tiempos, que para hacer Dios grandes mercedes a quien de veras le sirve, siempre es tiempo” (4,5).

Y asienta una auténtica tragedia y, al tiempo, una no menos auténtica teología de la historia, siempre en desarrollo:
- “Oigo algunas veces de los principios de las Ordenes decir, que como eran los cimientos, hacía el Señor mayores mercedes a aquellos santos nuestros pasados.
- Y es así;
- mas siempre habían de mirar que son cimientos de los que están por venir
- “¿Qué me aprovecha a mí que los santos pasados hayan sido tales, si yo soy tan ruin que dejo estragado… el edificio” (4,6)
 “Bien sé que está la falta en mí de no me hacer las mercedes que a mis pasados…, he perdido lo que ellos trabajaron”. “procure ser piedra tal con que se torne a levantar el edificio” (4,7).

“Pongan siempre los ojos en la casta de donde venimos… Tomemos una santa presunción…, de ser nosotros como ellos” (29,33).


5 Avisos sobre algunos puntos importantes


Además de escribir la historia de las fundaciones le piden que “si se ofreciere la ocasión, trate algunas cosas de oración” (pról 5). Termina el  cap. 4 diciendo: no es sin propósito los avisos que quiero decir” (8). La palabra “avisos”, o el verbo “avisar” aparecen en los títulos de los capítulos 5.6.8, y en el séptimo “avisa” “de cómo se han de haber con las  que  tienen melancolía”.

5.1 Sobre la oración (cap 5)

Sintetiza la doctrina en el título: “algunos avisos para cosas de oración. Es muy provechoso  para los que andan en cosas activas”. Con el siguiente credo del decir místico:
- “no será tan acertado lo que yo dijere que se tenga por regla infalible”
- “hay muchos caminos en este camino del espíritu
- “podrá ser que acierte a decir de alguno de ellos algún punto”
- “Si los que o van por él no lo entendieren, será que van por otro”
- aunque no deja de confesar: “no todo he experimentado yo, en otras almas sí lo he visto” (5,1).

La oración es  “adonde el señor da luz para entender verdades” (10,13). Hay que estudiar el contexto de esta definición. Pregunta pertinente: “¿EN QUÉ ESTÁ LA SUSTANCIA DE LA PERFECTA ORACIÓN?”, es decir, la sustancia de la amistad con Dios.
- para “algunos” “está todo el negocio en el pensamiento”, con lo que “les parece que son muy espirituales”, de tal manera que si tienen que ocuparse en otras cosas, “les parece que están perdidos” (2)
- ella “ha topado” hasta con “algún letrado” enredado en esta ignorancia, aunque no deja de reconocer “que es merced del Señor quien siempre puede estar meditando en sus obras, y es bien que se procure”;
- “mas no todas las imaginaciones [las personas] son hábiles de su natural para esto, mas todas las almas lo son [hábiles] para amar” (2).
- Enuncia su tesis: “EL APROVECHAMIENTO DEL ALMA NO ESTÁ EN PENSAR MUCHO, SINO EN AMAR MUCHO” (2). Por consiguiente, se ha responder a esta pregunta: “¿CÓMO SE ADQUIRIRÁ ESTE AMOR?”. Responde sin titubeos: “Determinándose a obrar y padecer[2], y hacerlo cuando se ofreciere” (3). No sólo no niega, sino que afirma con contundencia, que orando, meditando “quién es [Dios] y lo que somos” -contenido y fórmula de lo que es el acto de oración-, “se viene a hacer un alma determinada” para obrar y padecer en la entrega de sí a los otros, olvidándose de sí, “y para los principios [de la vida espiritual] muy conveniente”, “mas entiéndase cuando no hay de por medio cosas que toquen en obediencia y aprovechamiento de los prójimos”. Y asienta  su tesis: “CUALQUIERA DE ESTAS DOS COSAS QUE SE OFREZCAN, PIDEN TIEMPO PARA DEJAR EL QUE NOSOTROS TANTO DESEAMOS DAR A DIOS, que a nuestro parecer, es estarnos a solas pensando en él y regalándonos con los regalos que nos da. Redondea su convicción con un apunte luminoso, a cuya luz hay que entender todo el capítulo: “DEJAR ESTO –estar a solas con Dios- POR CUALQUIERA DE ESTAS DOS COSAS –servicio de caridad a los prójimos y, lo que viene a ser lo mismo, obediencia], ES REGALARLE A ÉL Y HACER POR ÉL” (3).

Pasa inmediatamente a razonar su postura, preguntándose: “¿de qué procede el disgusto que por la mayor parte da, cuando no se ha estado mucha parte del día muy apartados y embebidos en Dios [oración explícita], aunque estemos empleados en estas cosas –caridad y obediencia-?” (4). Apunta, con la respuesta, al corazón del “espiritual”, bien cimentada en su imagen de Dios. Explicita dos motivos o dos causas:
- Una, “y más principal, por un amor propio”, “que es querernos más contentar a nosotros que a Dios” (4), y explica (5-13)  
- la otra causa o motivo, “que me parece causa este sinsabor” (14), es porque “en la soledad”, “parece anda el alma más limpia” (14), y  explica (15-17).

Con toda seguridad se puede decir: desconocimiento del Dios que nos ha revelado Jesús y  de la propia vocación; esclavos de las exigencias del yo falso, hombre viejo que nos persigue siempre y nos ahoga con sus exigencias en crescendo  en cantidad y “calidad”.
Luego, inversión perfecta: en vez de contentar a Dios, hacer su voluntad, contentarnos a nosotros, “suicidando” al hombre nuevo.

“¡Oh caridad de los que verdaderamente aman a este Señor y conocen su condición!” (5). La “condición” de nuestro Dios es que  “sirvamos” al prójimo, que le sirvamos en el prójimo, primerísimamente. El buen hijo de Dios, “pierde su regalo, y lo tiene por bien perdido, porque no se acuerda de su contento, sino en cómo hace más la voluntad del Señor”. Continúa: “sería recia cosa que nos estuviese claramente diciendo Dios que fuésemos a alguna cosa que le importa, y no quisiéremos, sino estarle mirando, porque estamos más a nuestro placer. ¡Donoso adelantamiento en el amor de Dios es atarle las manos con parecer que no nos puede aprovechar sino por un camino!”(5), ¡el del acto de oración! (5).

A esta conclusión, sobre la primacía de “estar con Dios” en el servicio al prójimo, sobre el “estar con él” en la soledad, llegó Teresa por la experiencia “ajena”:
- “conozco “a algunas personas” “que me han hecho entender esta verdad”, pues ella pensaba “que no era posible entre tanta baraúnda crecer el espíritu”, la amistad y comunión con Dios. Dios nos quiere “dejados en sus manos”, y “que se informe bien de lo que es más servicio vuestro y ese desee!”. Dios “toma ese cuidado de guiarla por donde más se aproveche”, y “sin entender cómo nos hallamos con espíritu y gran aprovechamiento” (6)
- cuenta de una persona muy ocupada “en oficios”, sin tiempo para orar, “aunque él [la persona de la que habla, muy ocupada en el servicio directo a los demás, disponiendo de menos tiempo para estar con Dios, para orar} procuraba lo mejor que podía algunos ratos al día de oración”, y “se halló con libertad tan preciada y deseada de espíritu que tienen los perfectos”, “porque no queriendo nada, lo poseen todo” (7).
- Conclusión: “Veíalos tan medrados [crecidos] en cosas espirituales, que me espantaban”. Exhorta encarecidamente a sus hermanas: “Entre los pucheros anda el Señor, ayudándoos en lo interior y exterior” (8). “La suma perfección” está en que nuestra voluntad esté “tan conforme con la de Dios” que hagamos lo que él quiere. Lo que significa “olvidar nuestro contento por contentar a quien amamos” (10).
- Genial, acertado el discurso sobre la obediencia (10-13), “para llegar a este dichoso estado” de libertad interior, de perfección: “no ser señores de nuestra voluntad para pura y limpiamente emplearla toda en Dios”  (11), luchando contra “nuestra sensualidad” que nos hace “torcer la razón”, en vez del “rendimiento” a Dios sirviendo a nuestro prójimo (12). Esto es  una “mina”.

Concluye: “Quedará bien pagado el dejar el gusto de la soledad”, pues “no por falta de ella dejaréis de disponeros para alcanzar esta verdadera unión”, “que es hacer una nuestra voluntad con la de Dios”. Confiesa explícitamente su preferencia: “es es la unión que yo deseo y querría en todas”; no olvida la denuncia de “unos embebecimientos muy regalados que hay, a quien tienen puesto nombre de unión” (13).

Sigue su exposición, su manifiesto en favor de privilegiar siempre –aun en el acto o la vida totalmente consagrada a la oración, el servicio al prójimo, tratando de explicar el porqué experimentamos “el sinsabor” cuando nos falta el tiempo de soledad para la oración (14-17). Para ella es vivir en el engaño o vivir en la verdad. Al primero nos conducen “el demonio y nosotros mismos” (14-17)
- “se ha de ver el amor, no en los rincones, sino en mitad de las ocasiones”, siempre y cuando el amor al prójimo y la obediencia nos apremien, pues de no haber esto por medio, “me resumo que es mejor la soledad” (15)
- ley de discernimiento: el deseo de soledad “anda continuo en las almas que de veras aman a Dios” (15)
- “tengo por mayor merced del Señor un día de propio y humilde conocimiento, aunque haya costado muchas aflicciones y trabajos, que muchos [días] de oración”. Razona: “el verdadero amante [orante] en toda parte ama [ora]y siempre se acuerda del amado. ¡Recia cosa sería que sólo en los rincones se pudiese traer oración! [o amar]” (16) ¡La amistad no se reduce a tiempos de silencio y soledad!
- El orante – amante, aun en medio del trabajo, con “un suspiro salido de las entrañas” (16), acude “muchas veces a lo interior con su Dios” (17). Esto es una señal positiva que buscamos complacer a Dios
- Redondea y concluye: “créanme que no es el largo tiempo el que aprovecha el alma en la oración, que cuando le emplean tan bien en obras, gran ayuda es para que en muy poco espacio tanga mejor disposición para encender el amor que en mucha horas de consideración” (17). ¡El acto de oración depende esencialmente de la vida de la que procede! Se ora siempre como se vive. No se puede afirmar lo mismo diciendo que se vive como se ora.
  

5.2 En los inicios de la oración mística (cap 6)


Entre los avisos para que las prioras o acompañantes sepan llevar a las hermanas (4,1), hay que presentar los capítulos 6-8. El primero -6- se sitúa en el comienzo de las oraciones místicas, 4Moraadas. En este momento, “cuando el amor comienza a dar gusto en el sentido”,  algunas personas “se dejan llevar por él” (3). Exhorta a leerlo “muchas veces” dada la importancia de lo que se trata” (8), pues se trata de cuándo “resistir al espíritu” (tít), y entender cuándo es de Dios o de nuestra flaqueza. Ya se había referido “a unos embebecimientos muy regalados”, a los que “tienen puesto el nombre de unión” (5,13).  Aquí, habla “de embebecimiento grande” que tienen “algunas personas, a quien el Señor regala mucho en la oración” (6,1), diciendo que “acaece muchas veces comenzar una oración de quietud, a manera de sueño espiritual, que embebece el alma” e interesa saber “cómo se ha de proceder” (1).

Una larga descripción del fenómeno, con alusión explícita a “gente de condición pausada”, o conforme a los naturales o complexión o flaqueza, o que si tienen melancolía”, a este tipo de personas “harálas entender mil embustes gustosos” (2); o “en personas “que de penitencia están gastadas” (3).

 Consejos: “harían mejor no dejándose embobar”, pues en esta oración de quietud “se puede muy bien resistir”, pues “aunque el cuerpo está preso, no lo está la voluntad…y harán su operación desvariada”, pues, “si no se resiste, “la fuerza del espíritu, si está flaco el natural, le coge y sujeta”  (4). Teresa afirma que no ve “ningún bien en esta flaqueza corporal, que no es otra cosa, salvo que tuvo buen principio” (5). Luego que “la priora ponga toda la diligencia posible en quitar estos pasmos tan largos”, quitarles los ayunos, darles trabajos...” (5), y si está así muchos días, “le conviene distraerse como pudiere” (5). El caso de dos que “se morían” si no comulgaban (9-13).
En los nos. 4.14 presenta la diferencia de esto con los verdaderos arrobamientos, a los que no se puede resistir.

Deduce un principio para un recto discernimiento: “lo que nos sujetare de manera que entendamos no deja libre la razón, tengamos por sospechoso, y que nunca por aquí ganará la libertad de espíritu” (15). Luego, “las vayan mortificando” (16), “también puede entremeterse en esto nuestro amor propio” (17), de tal manera “que nunca nos satisfacemos  mucho sino de los que van por nuestro camino” (18).  “Créanme que amor de Dios (no digo que lo es, sino a nuestro parecer)  que menea  las pasiones”, hasta el punto de “alterar la paz del alma enamorada, de manera que no entienda la razón, es claro que nos buscamos a nosotros” (21).

5.3 Sobre la melancolía-depresión (cap. 7)

A la melancolía se ha referido Teresa frecuentemente[3]. Aquí directamente  sobre el comportamiento a tener con las melancólicas, ya en el c 6, 3, remite a éste. “Cómo se han de haber con los que tienen humor de melancolía”. Procuramos mucho “no tomar [admitir] las que le tienen”, “es tan sutil”, y “tantas las invenciones que busca este humor para hacer su voluntad” (1).
Grupos de melancólicos:
-  “no todos los que tienen este humor son tan trabajosos”, y si es “en sujeto humilde y de condición blanda”, “no dañan a otros, en especial si hay buen entendimiento” (2); “conozco personas que no les falta casi nada para del todo perder el juicio; mas tienen almas humildes y tan temerosas de ofender a Dios, que…, no hacen más de lo que les mandan”; “las que no hicieren esto de grado [libremente] “que sean apremiadas por las prioras, y no se engañen con piedades indiscretas” (5).  
- “también hay más y menos en este humor” (2).
- “lo que más este humor hace es sujetar la razón”, aunque no llegue a estar loco. “Mas haber de tenerse por persona de razón y tratarla como tal, no la teniendo, es trabajo intolerable” (2).
“En los que sólo ha comenzado este tan dañoso mal, aunque no esté tan confirmado” (3):
- “cuando no bastaren otros artificios, el mismo remedio ha menester” (3): “entiendan que no han de salir con todo ni con nada de lo que quieren”, pues ella no puede defenderse, “la prelada ande con grandísimo aviso para su gobierno”, “exterior e interior” (3).
-  “como es a tiempos el apretar este humor tanto que sujete a la razón, es menester que no comiencen en los tiempos que están malos a tomar libertad, para que cuando estén buenos no sean señores de sí… Pues las pasiones no mortificadas y que cada una de ellas querría salir con lo que quiere, ¿qué será, si no hay quien las resista?” (3)
- Luego “no hay otro remedio para él, si no es sujetarlas por todas las vías y maneras que pudieren” (4). “Gran misericordia es de Dios a los que da este mal sujetarse a quien los gobierne, porque aquí está todo su bien” (4)
- “Hay otro grandísimo mal”, en el las que puede “caer una piedad indiscreta”, por falta de conocimiento de la realidad: “como no entienden la fuerza que le hace el mal en lo interior…, que cada una le parecerá que es melancolía, para que la sufran… E importa tanto esto, que en ninguna manera se sufre haya en ello descuido, sino que si la que es melancólica resistiere al prelado, que la pague como la sana y ninguna cosa se le perdone” (6)
- Se da perfecta cuenta de la dureza: “parece sin justicia que si no puede más, castiguen a la enferma como a la sana… Créanme, que lo he probado…, intentado hartos remedios y no hallo otro” (7); “verdaderamente creo que muchas veces es de condiciones libres y poco humildes y mal domadas”. “Toda propia voluntad y libertad llaman melancolía” (7).
- Llega a advertir “de no tomar este nombre [melancolía] en la boca, porque parece que trae consigo libertad, sino que se llame enfermedad grave”, y “adelgazar el humor con alguna cosa de medicina…, y esté en la enfermería…, y que cuando saliere a andar en comunidad, que ha de ser humilde” y que obedezca, “y cuando no lo hiciere que no le valdrá el humor”. Suaviza: “las prioras han menester, sin que ellas [las enfermas] lo entiendan, llevarlas con mucha piedad” (8)
- “Parece me contradigo, porque hasta aquí he dicho que se lleven con rigor. Así lo torno a decir, que no entiendan que han de salir con lo que quieren ni salgan…, sino llevarlas con maña y amor…, para que, si fuese posible por amor se sujetasen…, y dárselo a entender por obras y palabras”, y “ocuparlas mucho en oficios [trabajos]” “y procurar que no tengan muchos ratos de oración”, y “en los ayunos no ser tan continuos como los demás” (9).

Concluye: “Demasía parece dar tanto aviso para este mal y no para otro ninguno” (10). “Es por dos cosas”.
-  “porque parece que están buenas, porque ellas no quieren conocer tienen este mal”, pero “es más perjudicial para toda la perfección que los que están en peligro de vida…”;
- “porque con otras enfermedades o sanan o se mueren; de ésta, por maravilla sanan ni de ella se mueren” (10).

5.4 Revelaciones y visiones (cap. 8)

Comienza diciendo: “Parece hace espanto a algunas personas sólo en oír nombrar visiones o revelaciones. No lo entiendo”, pues Dios “puede llevar un  alma por aquí”. Va a tratar “lo que será bien que haga quien se viere en semejante oración” (1). “Ni tampoco quiere ahora tratar de cuándo las revelaciones son de Dios o del demonio (2). Se refiere a sí misma al escribir: “la trajeron harta apretada los confesores”, y “harto tenía” de dar higas” “cuando veía su imagen”, “aunque el demonio la haya pintado”. “Si lo que ha de ser para humillarse, viendo que no merece aquella merced, la ensoberbece, será como la araña, que todo lo que come convierte en ponzoña, o la abeja que lo convierte en miel” (3).

Si son del demonio, y la persona, “pensando que son de Dios, se humilla…, y se esfuerza para servir más…, yo le aseguro que no torne el demonio, sino que se vaya corrido [avergonzado] y ningún daño le deje en el alma” (4). Consulte con el confesor, y si no hace lo que le dice, tenga por seguro  “que es mal espíritu o terrible melancolía” (5). Como “la flaqueza natural es muy flaca”, no pensemos que “cada cosa que se nos antoje es visión, porque…, cuando lo es, se da bien a entender. Adonde hay algo de melancolía es menester mucho más aviso” (8)

5.5 Avisos sobre la mortificación (18,6-13),

 “Hará al caso a las prioras” “porque como hay diferentes talentos y virtudes en las preladas, por aquel camino quieren llevar a sus monjas” (6). Aconseja: “hemos de mirar mucho que lo que a nosotras se nos hace áspero, no lo hemos de mandar” (6). “La discreción es gran cosa para el gobierno, y en estas casas muy necesaria”; “lleva el Señor por diferentes caminos”. Y a las prioras “no las ponen allí para que escojan el camino a su gusto, sino para que lleven a las súbditas por el camino de su regla y constitución” (6):

- “que “cumplan la regla…, y lo demás fuese con suavidad” (7);
- “conocer los talentos”, las cualidades de cada quien (7);
- aunque la mortificación “es muy necesaria para ganar el alma libertad y subida perfección”, se ha de hacer “poco a poco ayudando a cada una, según el talento les da Dios de entendimiento y el espíritu” (8) , “ayudando a cada una por donde [Dios] las lleva”, y que no haya falta “en las cosas de la regla y constitución más esenciales” (9);
- “no la perfeccionar a fuerza de brazo, sino disimule, y vaya poco a poco, hasta que obre en ella el Señor” (10).

Concluye con un estribillo muy suyo: “Siempre os informad, hijas, de quien tenga letras, que en éstas hallaréis el camino de la perfección con discreción y verdad” (19,1).
Por eso “conviene mucho que se trate con claridad de su oración cada hermana con la priora, y ella tenga mucho cuidado de  mirar  la complexión y perfección de la hermana”. “Tenga mucha cuenta que estas cosas no se comuniquen, aunque sean muy de Dios”. “Porque si es espíritu  del Señor, humildad trae consigo” (9).

             
6 Frailes


El obispo de Ávila “”procuró que le dejase licencia [el sup. gen.] para que en su obispado se hiciesen algunos monasterio de frailes descalzos” (2,4). Conecta Teresa con este pensamiento: “pasados algunos días, considerando yo cuán necesario era, si se hacían monasterios de monjas, que hubiese frailes de la misma regla”, “escribe” al sup. gen. “dando las causas por donde seria gran servicio de Dios, y los inconvenientes que podía haber no eran bastantes para dejar tan buena obra”; el sup. gen. “concede licencia para que se fundasen dos” (2,5). No ve fraile para poner este proyecto por obra; “Yo no hacía sino sup0licar a n. Señor, que siquiera una persona despertase” (2,6). Ella se ve “cargada de patentes y buenos deseos, y sin ninguna posibilidad de ponerlo por obra” (2,6).

Dificultades con los calzados, “persecuciones” (28,1), “para que no pasasen adelante los descalzos”, que no continuaran las fundaciones (28,2). De Duruelo dice: “veía comenzado un principio para gran aprovechamiento de nuestra Orden” (14,11); les ruega “mucho no fuesen en las de penitencia con tanto rigor, que le llevaban muy grande…, y veía tan buen principio…” (14,12). Estando en la fundación de Valladolid “todavía tenía cuidado de los monasterios de los frailes” (3,16).

Semblanza de la vida comunitaria: “Iban a predicar a muchos lugares…, que por eso también me holgué se hiciese allí la casa”, “iban a predicar legua y media, dos leguas”  (14,8). “con un espíritu…, y con mortificación y oración y el buen ejemplo que daban…”, “un principio para gran aprovechamiento de la Orden” (14,11). Podrá decir con razón: “Me había costado tanto de deseo y oración” (14,12); “algunas veces me pesara de que se había comenzado”; “no iban mal, mas llevaba principio de caer muy presto” (23,12). Quiere discreción en las “cosas de mortificación” (18,7), habla de “exceso” en la vida del noviciado de Pastrana (23,9); “no iban mal, mas llevaba principio de caer muy presto”, “cada casa hacían como le parecía”, “harto fatigada me tenían algunas veces” (23,12)

“Ermitaños contemplativos” (Cta a Ambrosio Mariano,21/oct/76; 230,15). “Ermitaños de frailes descalzos” (17,14): Ambrosio Mariano cede para la fundación de Pastrana “una buena ermita y sitio para hacer allí asiento de ermitaños” (17,11). Teresa “tenía más deseo que se hiciese el monasterio de los frailes que el de las monjas” en Pastrana (17,13), los nombra, a él y a su compañero, “los ermitaños” (17,14). Concluye la rocambolesca historia de la fundación de las monjas de Pastrana, diciendo: “Yo por solo el mío [entendimiento] no me atreviera [a fundarlo], sino por el parecer de personas de letras y santidad” (17,17).

“Salieron los frailes a recibir a su prior con mucho concierto… a mi me enterneció mucho, pareciéndome estar en aquel florido tiempo de nuestros santos padres. Parecían en aquel campo unas flores blancas olorosas” (28,20).

6.1 Los dos primeros

Antonio de Heredia”: “para principio semejante no me pareció sería, ni tendría espíritu, ni llevaría adelante el rigor…, por ser delicado y no mostrado a ello”. Añade que, no obstante lo que él le decía, “no estaba muy satisfecha” (3,16). Valiente: “estaría en una pocilga. Juan de la Cruz estaba en lo mismo” (13,4).

Juan de la Cruz: “Poco después” de hablar  con A. de Heredia, se encuentra “con un padre de poca edad”, estudiante en Salamanca, de quien “un compañero suyo” “me dijo grandes cosas de la vida de este padre”. “Hablándole, contentóme mucho”. Le invita Teresa. “Él me dio la palabra de hacerlo, con que no se tardase mucho” (3,17). Juan tenía prisa. En la fundación de Valladolid (13,5), que “se informaba de nuestra manera de proceder”: “así de mortificación como de estilo de hermandad y de recreación que tenemos juntas”, “estilo de proceder” (10,5; 13,5). Mientras que al P. Antonio le pide “que se ejercitase en las cosas que había de prometer” (3,16), de Juan “ninguna prueba había menester” (13,1). “Él era tan bueno que al menos yo podía mucho más aprender de él que él de mí” (13,5).  “Ordenamos que fray Juan de la Cruz fuese a la casa, y lo acomodase de manera que comoquiera pudiesen entrar en ella” (14,1). “Diez monasterios de descalzos, cuando este escribo (13,4), cuando esto escribe, en torno a 75.

6.2 Separación de descalzos-calzados

“Estando en Palencia… e hizo el apartamiento de los descalzos y calzados, haciendo provincia por sí [23/mayo/1581], que era todo lo que deseábamos por nuestra paz y sosiego” (29,30). Separación de los calzados, “que era todo lo que deseábamos para nuestra paz y sosiego” (29,30). “Ahora estamos en paz (29,32).


Conclusión

De las Fundaciones hay que hacer una lectura teologal. Lo que es propio de Teresa en todos sus escritos. Pues se trata de una historia de las maravillas de Dios, En que se implican quienes “él despierta”. Una historia, que nos envía a la historia matriz, que es la de Jesús.

Jesús, “esclavo nuestro” (5,17), “nunca se cansa de humillarse” (3,13); camino de todo  cristiano, “¿pensáis… que ha de haber nuevo camino para vosotros?”. “Ésta ha de ser vuestra divisa, si hemos de heredar su reino” (10,11), “Verdaderos caballeros de Jesucristo” (10,11). “¿Para qué es la vida y la salud, sino para perderla por tan gran Rey y Señor? Creedme, hermanas, que jamás os irá mal en ir por aquí” (28,18); “nuestros deseos”, “padecer por imitar en algo a nuestro verdadero Esposo” (28,43), yendo por el camino “que él”, el de la obediencia (5,3).

En este marco también hay que incluir los dos apuntes de despedida, líneas de gracia y de trabajo hacia la conquista del futuro:
-  Primero, la reconciliación amistosa de un gran amigo, actor importante del nuevo Carrmelo y de un “opositor”  a la “obra de Dios. El primero, D. Álvaro de Mendoza, le escribe al arzobispo de Burgos, diciéndole “algunas verdades que para la condición del arzobispo bastaba a desabrirle”, “y eran muy amigos” (31,43).
Teresa interviene ante D. Álvaro para que “le escribiese otra [carta] con más amistad” “el hizo lo que le pedí, que no fue poco”, pero prueba de la gravedad de las relaciones entre los dos dignatario de la iglesia es lo siguiente: “en fin, se forzó y me escribió que todo lo que había hecho por la Orden no era nada en comparación de esta carta” (44). “El arzobispo y el obispo de Palencia se quedaron muy amigos, porque luego el arzobispo nos mostró mucha gracia” (50)

- Y segundo, una constatación y una advertencia para las que vendrán después: El gozo que manifestaron sus hermanas que quedarse ya en clausura, “como peces en las aguas”, “mostradas [acostumbradas] a estar    en las corrientes de las aguas de su Esposo” (46);
- Con la advertencia para el futuro: quienes “vieren en sí deseo de salir entre seglares y tratarlos mucho”:
- “teman que no han topado con el agua viva que dijo el Señor a la samaritana”, “pues no se contentan de estarse con él”
- “miedo he de que nace de dos cosas: 
- “de que no tomaron este estado por solo Él
- “o que después de tomado no conocen la gran merced que Dios les ha    hecho en escogerlas para sí” (46).

 En el epílogo, Teresa cuenta por qué  la primera fundación se puso bajo la obediencia del obispo, y por qué la pone ahora bajo obediencia a la Orden: “porque a no hacer esto, presto vendría en relajamiento de aquella casa” (3). Habla con el obispo dándole “algunas razones del daño que les podría venir” (4), contando con la votación de  las monjas: “a algunas se les hacía muy grave; mas como me querían bien, llegáronse [aceptaron] a las razones que les decía” (5).  


[1] “era enemigo, o al menos no amigo, de que fundase”, pero habla con él, aduciendo “el precepto que tenía puesto de n.r. padre gen. De que no dejase fundación” (22,2).
[2] Se entiende la dedicación generosa al servicio de los demás, como lo demuestra una atenta lectura del capítulo. Utiliza el mismo verbo -“padecer”-  iniciando la síntesis de Las Moradas del Castillo interior, respondiendo a la pregunta de por qué concede Dios tantas gracias a lo largo de la vida: para cristificar nuestras existencia”, puesto que “nno puede [Dios] hacernos mayor [regalo o gracia], que es dar vida que sea imitando a la que vivió su Hijo”, y “así tengo yo por cierto que son estas mercedes para fortalecer nuestra flaqueza… para poderle imitar en el mucho padecer” (7M 4,4), que es mucho amar, mucho servir en la entrega incondicional a los demás.



[3] C 24,4; 6M 1,8.; Cta  a María Bautista, 14/mayo/74; 60,/2 (nota)

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