miércoles, 9 de noviembre de 2011

Teresa de Jesús.


ALABANZA Y GLORIA A DIOS POR TERESA DE JESUS, NUESTRA  MADRE: Una vez más celebramos la solemnidad de nuestra Madre, que aun sigue hoy entre nosotras, su espíritu aletea en cada una de sus páginas, invitándonos a hacer camino con una dirección: hacia la verdad, Dios.

Para esta gran solemnidad nos preparamos con el  novenario, cada día tuvo su sorpresa y novedad, las hermanas pusieron lo mejor de su creatividad para llevarnos a la interiorización y recordarnos que el día 15 de octubre no es un día más del año, sino el día grande, el día de la Madre. Desde el amanecer evocamos los deseos, sueños, amores, trabajos y alegrías, esperanzas… de nuestra querida Madre Teresa, con un símbolo, presentado por cada hermana,  renovamos los compromisos de los ejercicios espirituales, dirigidos por nuestro hermano muy querido padre Liomer, quien desde su experiencia y conocimiento del Camino de Perfección nos orientó, animó y lanzó a no quedarnos mirando al cielo, sino a poner los pies en la tierra y a escalar cimas muy altas, “que para esto nos juntó el Señor, para ser tales…”, y  que alcanzáramos de Dios cuanto pidiéramos por la Iglesia.

                Con este espíritu vivimos  el día del DOMUND, que también estuvo animado por la hermana liturgista de turno, que con su impulso y espíritu misionero nos recordó las palabras que Jesús dirigió a sus apóstoles: “Id pues y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos”.

                Este día 23 de octubre, recordamos a todos los misioneros del mundo, pero de una manera especial a nuestros hermanos carmelitas misioneros de Sucumbíos, que han sido purificados en el crisol del dolor moral, ingratitud e injusticia. Pero como buenos hijos de Teresa y Juan de la Cruz nos han dejado huellas y testimonio que aprender: desprendimiento, valentía, fortaleza, amor y perdón. Por todo esto hemos celebrado una acción de gracias y nos hemos abrazado en la oración que transforma todo nuestro ser y fortalece nuestra entrega, con el lema: “En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor”, animándonos a vivir nuestro “espíritu apostólico desde la oración e inmolación, con la Iglesia y por la Iglesia”.

Monasterio “María, Madre de la Iglesia”
Guaranda

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