“VOLVIERON A JERUSALEN CON GRAN ALEGRÍA”.
P. Elí Osorio o.c.d.
P. Elí Osorio o.c.d.
Se acerca la fiesta de la Ascensión,
que no siendo una fiesta muy importante dentro de la Liturgia, sí marca un
momento muy especial, como última actuación y manifestación de Jesús a los
Apóstoles y demás discípulos, y a la vez como “paso y preparación próxima” para
la gran fiesta del Amor que es Pentecostés.
Lucas es el único evangelista que nos
presenta la ascensión como relato, en dos de sus libros y en dos momentos
separados, al final de su evangelio y en el primer capítulo de los Hechos de
los Apóstoles, con una diferencia no pequeña entre ambas narraciones: en el
evangelio describe la resurrección y la ascensión prácticamente en el mismo
día, agolpando un poco las apariciones (Lc. 24, 13-53); en cambio en el segundo
libro la narra después de un tiempo significativo “dejándose ver de ellos durante cuarenta días, les habló del reino de
Dios”, (Hech. 1, 3).
En el evangelio, ampliamos la mirada a todo
el capítulo 24, para ver el contexto, y encontramos tres grandes momentos: El
Anuncio, Las Apariciones y la Ascensión. Y dentro de cada uno de estos campos analizaremos
tres aspectos que se van repitiendo y ampliando con una sabiduría
impresionante: el Anuncio, la Experiencia y el Testimonio. Veamos:
a) - El Anuncio. Lucas inicia la narración
precisamente con la manifestación a tres mujeres, María Magdalena, Juana y
María la de Santiago, a quienes se les aparecieron dos hombres con vestidos
refulgentes, quienes les dicen: “acuérdense
lo que les dijo estando todavía en Galilea: ‘Este Hombre tiene que ser
entregado en manos de gente pecadora y ser crucificado, pero al tercer día
resucitará” (v. 6 y 7); en el pasaje de los dos de Emaús, el forastero les
dijo: “Qué torpes y lentos para creer lo
que anunciaron los profetas!. No tenía que padecer todo eso para entrar en su
gloria?” (v. 25); y finalmente en el último momento, narra Lucas, “Jesús les abrió el entendimiento para que
comprendieran las Escrituras. Y añadió: Así estaba escrito: El Mesías padecerá,
resucitará al tercer día…” (v. 46 y 47). Todo esto para qué? Es el anuncio
de su pasión, muerte y resurrección primordial y fundamental en el proceso de
crecimiento de la fe en los apóstoles, y es la venida del Espíritu Santo, y el
tiempo inmediato de los primeros años de expansión de la Iglesia lo que ayudará
a madurar y profundizar la fe en la Comunidad Eclesial.
b) - La
Experiencia. Se va constatando en este pasaje de la Ascensión que la
experiencia de Cristo resucitado iba tomando fuerza a medida que avanzaban los
días y los meses. Las tres escenas ya descritas arriba lo van confirmando: Las
mujeres se desconcertaron al ver corrida la losa, no sabían qué pensar, pero “sí entraron y no encontraron el cuerpo del
Señor Jesús” (vers. 2 y 3), es decir, verificaron que ya no estaba ahí, y
escuchan con emoción y desconcierto: “Por
qué buscan entre los muertos al que está vivo?. No está aquí, HA RESUCITADO!”; por su parte los dos de Emaús
viven la experiencia con igual o mayor fuerza y alegría, porque cuando parte el
pan el forastero, “se les abrieron los
ojos y lo reconocieron” (v32); sí,
lo reconocieron, creyeron, exclamaron:
“No ardían nuestros corazones mientras nos hablaba por el camino explicándonos
las Escrituras?” (v 32). En la última parte, la experiencia es más
profunda, y la viven todos según se les va concediendo: Ante el saludo de Jesús
“Paz a ustedes” (v, 36), se asustan y desconciertan, más
adelante, al seguir escuchando a Jesús, “no
acababan de creer de pura alegría, y no salían de su asombro”… (v. 40), y
finalmente “les abrió el entendimiento
para que comprendieran las Escrituras” (v. 45). Es maravilloso destacar el
progreso y evolución que van sufriendo los apóstoles, y más maravilloso
percibir la acción del Señor en cada uno de ellos, sin la cual ellos se
hubiesen quedado en los primeros pasos en el camino de la fe; pero es verdad; el Señor actúa y de qué modo, en
ellos…, y en nosotros!.
c) - El Testimonio. Y cómo guardarse semejante
experiencia? Imposible. Tanto las mujeres de la primera sección, como los dos
de Emaús, y por lógica, los demás apóstoles fueron portadores de la Buena
Noticia de la RESURRECCIÓN DE JESÚS, cada uno de ellos según el grado de
experiencia de fe que vivía; las mujeres no se quedaron calladas ni quietas, “y recordando entonces sus palabras, se
regresaron desde el sepulcro y anunciaron todo esto a los once y a los demás”
(vv. 8 y 9); que corra la noticia, que
se difunda, que ninguno quede ignorante de la misma. De igual manera los dos de
Emaús tampoco se quedaron mudos ni estáticos, y “levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén…”, y allí a los
once “les contaron lo que les había
pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan” (vv 33 a
35). Que corra la noticia, que se difunda… En el tercer segmento de este
capítulo, sólo una frase dicha por el mismo Señor atestigua esta verdad: “Ustedes son testigos de todo esto” (v. 48),
como queriendo añadir: me iré y Uds. contarán, dirán y gritarán que Yo
estoy VIVO, que corra la noticia…, añadiendo una tierna amonestación
llena de sabiduría, animándoles a esperar, a madurar más la fe: “ahora quédense en la ciudad hasta que sean
revestidos de la Fuerza de lo alto” (v. 49), refiriéndose al Espíritu de
Verdad y de Amor que les dirá las palabras, y les revelará los momentos y los
sitios más oportunos.
Y finaliza magistralmente todo este
episodio “levantando las manos,
bendiciéndoles, separándose de ellos, y dejándose llevar al cielo” (vv.
51-52). No regresaron los apóstoles tristes, porque Él seguía presente entre
ellos, sentían su Presencia de RESUCITADO, estaba VIVO!.
Ya les había preparado, ellos seguían aprendiendo en la escuela del Maestro,
podían regresar, y esperar al Espíritu Santo. Esto nos invita a seguir
acompañando a los apóstoles, a la Iglesia, a la Comunidad, y a seguir esperando
también con los primeros, porque “se volvieron a Jerusalén llenos de alegría”
(v. 52).
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