1.- CUARESMA:
TIEMPO DE SALVACIÓN (Leer 2 Cor 5,20-6,2)
La CUARESMA es
como un extenso sacramento en que la Iglesia hace pasar ante sí misma todo el
misterio de la vida humana. Mediante esta estructura pedagógica el cristiano va
contemplando los grandes acontecimientos de la vida y contrastándolos con el
mensaje de la Palabra de Dios.
“Es un tiempo
oportuno, favorable” en el que la Iglesia hace un alto en el camino para
revisar, reflexionar, corregir, enderezar. Este tiempo es ocasión para la
revisión de una Iglesia que se debe reconocer también pecadora. Es un momento
oportuno para que la comunidad caiga en la cuenta de que no debe cejar nunca en
el esfuerzo de la penitencia; esa penitencia común que debe realizar cada ser
humano, pues el pecado no desaparece del todo en nuestra vida. Es tiempo propicio para tomar conciencia de nuestros
pecados y reemprender una actitud penitencial que nunca debe interrumpirse en
nuestra vida.
La CUARESMA
también y sobre todo proclama la MISERICORDIA DE DIOS que nunca se agota en el
ofrecimiento del perdón de los pecados y es una llamada a la conversión
manifestada con frutos dignos de penitencia. Las prácticas de la oración, el
ayuno, la limosna...son frutos de la conversión. Pero, al mismo tiempo, nos
hacen caer en la cuenta de que no son obras exteriores lo que agrada a Dios,
sino la conversión interior, el cambio del corazón, la regeneración de la
persona desde su misma raíz. Conversión, que más que ayunos y abstinencias, se
ha de manifestar en al adecuación de las actitudes y comportamientos con el
espíritu evangélico (Cf. Joel 2,12-18; 2 Cor 5,20-6,2; Mt 6,1-6.16-19).
Además, la
CUARESMA es el gran SÍMBOLO DE LA LIBERACION SOCIAL. La salvación que Dios
ofrece en el camino de la vida es una liberación. Eso fue la pascua de Israel;
hacia la liberación caminó Jesús pasando de este mundo de pecado al Padre; a un
mundo ofrecido gratuitamente por Dios. La Cuaresma no la vivimos auténticamente
si no hacemos además revisión de la situación concreta en la que vive nuestro
pueblo y sin tomar una postura clara y decidida ante las estructuras de
injusticia, opresión y pecado que rodean al hombre y le van conformando poco a
poco en un ser envejecido y caduco (Cf. Is 58,1-12).
2.- LA
CONVERSIÓN COMO RESPUESTA A LA PROPUESTA DE DIOS.
- Convertirse: salir de toda clase de esclavitudes y
de nuestras comodidades. Es una respuesta del hombre al Dios que salva y
libera: Ex 3, 1-8ª.13-15.
- La vida del pueblo de Israel, con Moisés en el
desierto, es historia de salvación y nos enseña que no debemos resistirnos
a la llamada de Dios a la conversión: 1 Cor 10,6.10-12
- Jesús nos advierte que todos tenemos necesidad de la conversión. Es la única actitud para recibir el Reino de Dios y la Salvación: Lc 13,1-9.
El PECADO
corroe como un cáncer mortal nuestro corazón. De pecado están contaminadas
todas las estructuras sociales de nuestra sociedad, y hasta la misma Iglesia.
Los síntomas de esta situación son infinitos: egoísmo que desencadena todo tipo
de injusticia, de violencias cada día más brutales; la disolución familiar; la
inmoralidad administrativa; la violación de los derechos humanos que crece como
un cáncer maligno. No podemos negar, ocultar el pecado. Todos estamos
infectados de pecado. Este no es el mundo
que Dios quiere. Es el mundo que estamos fabricando con nuestro egoísmo
humano.
En esta
situación escuchamos la voz de Dios y experimentamos su amor que quiere
liberarnos y salvarnos con la condición de que salgamos de nuestro egoísmo
y abandonemos nuestras seguridades. Dios no quiere la muerte del pecador sino
que se convierta y viva (Cf. Ez18,32; Lc 15, 11-32).
Todos tenemos
necesidad de conversión. Sería un error gritar “convertíos” y no pensar en
nuestra propia conversión. “ Y si no os convertis, todos pereceréis de la misma
manera”.
Esta
conversión debe ser personal y social. En cuanto personal va hasta las
profundidades del corazón, hasta cambiar nuestras estructuras interiores de
egoísmo, de soberbia, de injusticia. En cuanto social: es comunitaria y
universal. Toda la comunidad ha de ponerse en actitud de conversión.
La CONVERSIÓN es
respuesta del hombre a la propuesta de Dios. Debemos dar frutos de conversión.
Sin embargo, no podemos convertirnos sin la ayuda de Dios. La verdadera
conversión es don de Dios.
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